martes, 3 de junio de 2008

NOTICIAS Y NOSTALGIA

Primero la noticia: Al momento de elaborar esta entrada me estoy enterando de que Obama ya tiene asegurada la candidatura por el Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos (dice Hillary, su contrincante, que no se dará por vencida). Para esta ocasión los dejo con este cartón como comentario. Ustedes saquen sus conclusiones.
Por otra parte, la semana pasada el profesor Chuy Romo (uno de los mejoeres y más cultos maestros que he tenido) me pidió que hiciera un escrito acerca del Colegio Miguel de Bolonia con motivo de su 50 Aniversario (a toro pasado, porque el 50 Aniversario fue el mes de septiembre del 2007)
De cualquier manera no quise dejar pasar esta oportunidad y me aventé un escrito de dos cuartillas (un titipuchal de palabras: 1073) que, a reserva de que se publique en el diario local como es la intención del profesor, lo presento también en este blog.
Si fuiste alumno tanto tiempo como yo me entenderás; si no, tal vez me comprendas, pues no hay nada nuevo bajo el sol (sólo más hoyos en la capa de ozono y un calor insoportable)
Así, los dejo con un cartón alusivo al tema y el texto íntegro de mi experiencia de 15 años en el Colegio Bolonia. Saludos.


50 AÑOS DE EDUCACIÓN CONTINUA (DE LOS CUÁLES ME TOCARON QUINCE)

Por: LCC Luis Gómez Sandi “Lags”

La edad es algo vano, cuando lo importante es lo que hagas cada año.

El Colegio Miguel de Bolonia está celebrando (un año después) su 50 Aniversario. Una edad que a nosotros como simples mortales puede aterrorizarnos o satisfacernos, dependiendo de cómo hayamos vivido. Quizá no deba aventurarme a decirlo (apenas voy a cumplir 27, no sé lo que es estar cerca de los 50 y conozco al Bolonia apenas desde su 27 Aniversario) pero a estas alturas de la vida el Colegio debe estar experimentando la opción segunda.

Mi relación con él inició en el remoto año de 1984 cuando, recién llegados del Distrito Federal, lo primero que hicieron mis padres (luego de desempacar, por supuesto) fue inscribirme en esta institución; en parte para que no estuviera dando lata en la casa pero sobre todo para irme educando desde temprana edad (apenas había cumplido tres años).

En ese entonces aprendí dos cosas muy importantes: lo que es una escuela ya en forma (en el DF estuve pero en una guardería) y que las loncheras suelen desbaratarse si uno las avienta con fuerza. Esto último debido a que, en el preciso instante en que las puertas de los salones se cerraban y veíamos a nuestras madres alejarse, comenzaban los gritos, llantos y golpes a los maestros (Hermano Luis Arturo, ¿Cómo sigue de su espinilla?) y mi única manera de liberar estrés era aventar lo que se me pusiera en frente (casi siempre mi lonchera roja de Mafalda).

Pero este tipo de cosas sólo sucede una vez en la vida (quizá una semana o poco más) porque de ahí en adelante comenzaron a surgir los amigos, los juegos en el recreo (cómo olvidar la caja de arena, escenario de mi primer 5 en conducta), las enseñanzas (religión e inglés, que por primera vez en mi vida supe que existían) , natación en “las albercas” y películas en “el cinito” (así conocimos el Salón Audiovisual hasta ya entrada la primaria porque de vez en cuando nos llevaban a ver películas de Disney cuando todavía se usaban los proyectores de 8 mm). Ese período, el jardín de niños, me sirvió a su vez para dos cosas: adaptarme a un mundo nuevo y saber que, a pesar de tener lejos a toda la familia, ya teníamos a nuestro alrededor a mucha gente que nos estima (Dr. Arturo, una disculpa por la escena que le hice pasar cuando fue por mi al colegio el día que nació mi hermana).

Al Colegio le debo agradecer haber aprendido en sus aulas a leer, escribir (¡No sería nada en lo absoluto sin esto, nada!), a hacer cuentas (y odiar las matemáticas), a cantar (bueno…no siempre se es buen alumno) y a que se me disfrazara de todo lo habido y por haber (desde el kínder hasta la prepa fui gato, conejo, Peter Pan,doctor,pastor, indito, hermano lasallista en dos ocasiones, azteca, pintor, ministro de Porfirio Díaz, peregrino y más).

Hubo momentos malos (de la secundaria decidí borrar por completo primero y segundo; tercero se salva sólo por una amiga muy importante para mi en ese entonces) pero como todas las cosas cada experiencia sirve para crecer (ya la vida está poniendo poco a poco a cada uno de nosotros en el lugar que nos corresponde).

En el Bolonia descubrí que era bueno para algún deporte. Las miniolimpiadas (celebradas cada año entre mayo y junio) me permitieron conocer lo que es en verdad una competencia y mejor aún, ser parte de ella. Es increíble el ambiente que reina en todo el colegio durante esas fechas (casi como si fuera una fiesta nacional).

Cada etapa que pasé en este colegio dejó una huella muy profunda en mi; pero sobre todas ellas siempre estará en un lugar especial la preparatoria.

Durante esos tres años conocí a mis verdaderos amigos, me di la oportunidad de ser maestro por un tiempo (en el INEA), vestí como cadete (fui abanderado de la escolta), descubrí la luz (o sea, aprendí fotografía) y disfruté con más ahínco los paseos (Michoacán, Morelos, DF y León, inolvidables), las noches mexicanas en noviembre, las posadas (aquella pastorela versión México actual) y me di cuenta lo tanto que me dolía dejar todos esos 15 años para emprender una nueva aventura lejos del hogar (la fiesta de graduación que más recuerdo: Diamante Premier, 2 de julio de 1999).

Hoy, el Colegio ha cambiado. Ya no luce el agradable color azul grisáceo con líneas rojas del 40 Aniversario; ya casi no hay áreas verdes (crímenes fatales como derribar el frondoso árbol cerca de los baños, el árbol que sembramos en el kínder y las monumentales palmeras, que identificaban al Colegio desde la distancia y que plasmamos en nuestro anillo de graduación), las albercas fueron abandonadas, el cajón de tierra desapareció (se convirtió en Zoológico) y la preparatoria dejó de estar en el último rincón para trasladarse lejos, muy lejos entre los cerros (la puerta de la calle Zaragoza quedó clausurada para siempre). Pero todo ello es parte natural del proceso humano (“cambia, todo cambia” como diría Guadalupe Pineda) y no nos queda más que atesorar lo que vivimos y revivirlo a nuestra manera.

Por eso, y para que no se olvide el recuerdo, este escrito va por los 44 amigos de la preparatoria (especialmente Pepe González, que ya se nos fue), los de kínder, primaria, secundaria (Carmen) que no nos acompañaron hasta el final; por las de la cafetería, por Lucita (la de la tiendita, que también ya se nos fue), por Chimino, Alonso, Chuy Romo (a quién le debo la invitación a escribir este artículo), Tití, Benjamín, Pablo Trujillo, María Luisa, Eva, Martha, Enrique, Meche, Aurora Víctor Hugo, Ricardo Loza; a los Hermanos Enrique, Luis Arturo, Héctor, Rubén, Bruno , (donde quiera que esté) Maurilio (que dejó un recuerdo de sus arranques de ira en el salón donde está o estaba el mural del Calendario Azteca); por Don Pedro, Tere, Edith, Noemi; , por Esmeralda, por Paty y Alejandra (quienes se nos fueron a muy temprana edad), Héctor de Alba , Arturo, Araceli y muchos otros más a quienes debo que, si se me diera la oportunidad de volver a nacer, nuevamente dejaría todo en México y retomaría la vida en el mismo rumbo. No concibo San Juan de los Lagos sin el Colegio Bolonia que me tocó vivir.

1 Comentário:

Dan Campos dijo...

Buen texto, mi estimado, y excelsamente ilustrado.

Me encantaría decir algo al respecto, ya que al igual, pues tuve una gran parte de mi vida en esa institución. Para bien o para mal tengo la costumbre de cada cierto tiempo "quemar el pasado", cosa que sin querer salio a la luz cuando mi hermana Lety (que ahora trabaja en sacrosanta institucion) me preguntó si pensaba ir a alguno de los eventos, a lo cual respondí "¿para qué?". Se me haría hipocrita el pretender felicidad y unión por una institución que saque de mi sistema desde hace tiempo, y a los amigos que llegué a hacer en esa epoca sigo viendo, y a los compañeros de escuela que aborrecí de aquella epoca, pues ya ni me acuerdo de sus nombres.

En fin, me ando proyectando. Mejor me voy antes de quejarme de la prepa. ¡Saludos!

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